Habré tenido unos ocho cuando llegaron: tres abedules y un liquidambar.
Fascinada con su tronco blanquecino, sus ramas colgantes, desordenadas que jugaban con el viento mmm...pendulares, diría un profesor años después.
Un árbol blanco, sólo podía ser mágico!
Sus semillas, diminutas con dos alitas que volaban por doquier. Mmm....sámara bialada... Uy cómo se enredaban en mi pelo!
Cómplice de jugarretas, cuentos, historias....
Hoy, los observo.... el liquidambar, grande recto verde... mi abedul, mantiene su estilo otoñal...
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